Desde que me fui he estado pensando mucho en ella, reconstruyéndola entre recuerdos. Los últimos meses hemos estado muy enojadas una con la otra.
Desde acá me encontré muy triste, descubrí algo que me rompió: estoy desilusionada de ella. El porqué es simple: soy incapaz de reconocer que ella haga algo por su voluntad. Estoy desilusionada ante su pérdida de voluntad. No sé si eso es cierto, lo es para mi y la forma en que leo sus acciones. Tan desprovistas de esa fuerza que uno piensa tiene alguien que te enseña sobre la pasión de vivir, y la lucha. Tanto aliento he encontrado en sus palabras: peor lucha es la que no se hace.
Ella sabe que a mi eso me hace falta, la fuerza. Hace años lloré por haberme descubierto dependiente, inconscientemente, de su aprobación. Cual fuera mi proyecto necesitaba yo su apoyo y aprobación. Hoy ya sé poseer lo primero, lo segundo terminé por no necesitarlo. Eso sucedió en gran medida por una vocecita con quien comparto mis viajes, a él siempre le he admirado esa fuerza que tiene de hacer cuanto le viene en gana. Él me animo para brincar, lo hice. Ahora tengo mejor salud, gracias.
Desde lejos trato de entenderla, en gran medida sé que de ahí proviene mi enojo. Sigo descifrándolo. Por ahora tengo anidados unos cuantos litros de llanto que cuento a gotas. Hoy no creo en ella y eso se ha transformado en dudar sobre las cosas más esenciales que ella tiene para mi.
Sí, se me sigue quebrando la voz aun cuando le hablo en silencio. Ella es mi dolor más grande, esa desilusión, injusta e incomprensiva, que tengo para ella, me duele profundamente.
El agua salada de mar espero me cicatrice el labio, la otra herida no espero se cure ni con el tiempo, y sí con una de esas charlas que tienes de frente a frente, esas que liberas.
Esto triste por tener esa desilusión ante ella.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario